Podríamos definir temperatura de color como la dominancia de alguno de los colores del espectro lumínico sobre los demás, de modo que altera el color blanco hacia el rojo o hacia el azul en dicho espectro. ¿Qué quiere decir eso? Pues que la luz, ya sea natural o artificial, tiene una dominante de color que tiende hacia el rojo (pasando por el amarillo y el naranja), o hacia el azul (pasando por el blanco). Esto hará que los tonos de nuestra fotografía se alteren, y que el blanco no aparezca como un blanco puro, sino que tenderá a ser rojizo o azulado.
El color de la luz, o la temperatura de color, se mide en Kelvin, donde el color blanco o neutro se sitúa en los 5.500 K, que equivaldría a la luz del mediodía. La luz con temperatura menor de 5.500K se irá haciendo más amarillenta gradualmente, hasta alcanzar tonos anaranjados y finalmente rojizos. Por otra parte, la luz con temperatura mayor de 5.500K se irá haciendo más azulada gradualmente, desde un tono cian hasta un tono azul marino.
Así pues, un día nublado podría llegar a los 12.000K, es decir, tendría una luz muy azulada, mientras que un atardecer bajaría hasta los 2.000K, es decir, tendría una luz muy anaranjada. A continuación encontrarás una tabla donde están situados varios ejemplos en su correspondiente temperatura de color